
Bond, James Bond. Con estas palabras se nos presentaba, hace casi 60 años, el agente secreto cinematográfico por antonomasia. ¿Pero ha permanecido invariable con el paso del tiempo? ¿Cómo ha influido en el posterior cine de espías?
¿Y cómo, el paso del tiempo, y el resto de cine de espías, ha influido en Bond y más concretamente en la actual etapa de Craig? Aprovechando el inminente estreno de la ¿última? aventura de Craig, encarnando al celebérrimo espía, vamos a intentar contestar a estas preguntas.

JAMES BOND ¿UN MOLDE INMUTABLE?
Como decía, hace la friolera de casi seis décadas, se introducía con la, ya mítica, y probablemente, más conocida frase de presentación del cine, al agente 007 con licencia para matar, interpretado en su primera aparición por Sean Connery en Agente 007 contra el Dr. No (Terence Young, 1962).
Si no has estado congelado en una cámara criogénica como Walt Disney, o en carbonita como Han Solo, sabrás que, el más famoso espía del cine, ha pasado por diversas encarnaciones, y que al cabo de unos años se “regenera”, cual Doctor Who, cambiando al actor que lo representa. De esta manera, se ha ido renovando con las caras de, por orden de aparición, George Lazenby (fue visto y no visto el pobre), Roger Moore, Timothy Dalton (tampoco le fue mucho mejor), Pierce Brosnan y el actual Daniel Craig. ¿Pero el personaje ha continuado exactamente igual o cambiado? Pues sí y sí. Ya sé que puede ser una respuesta contradictoria pero así ha sido.
La presentación más icónica del cine es la de James Bond
El personaje fue creado por Ian Fleming en los años 50 nutriéndose, en parte, por las experiencias del propio Fleming en el servicio de inteligencia durante la segunda Guerra Mundial, escribiendo varias novelas y recopilatorios de historias cortas con Bond como protagonista.
Se llegaron a publicar dos novelas después del fallecimiento del autor en 1964. El personaje tuvo gran acogida por parte del público, pero su reconocimiento mundial llegó con las películas, las cuales empezaron a estrenarse en los 60, producidas por Eon Productions, productora de los socios Albert “Cubby” Broccoli y Harry Saltzman.
Desde las primeras películas de Bond hubo una serie de características, que de manera implícita, fueron implantándose, llegándose con los años a ser prácticamente inamovibles. Un prólogo, a modo de introducción, que solía consistir en el final de una misión anterior (a veces no) a la que se nos narra en el film, unos títulos de crédito iniciales muy elaborados, compuestos por la canción principal de la banda sonora y un collage de imágenes, formado normalmente por bellas mujeres.
Los créditos más conocidos del cine son los de James Bond
Bond ligándose a prácticamente toda fémina que se le ponía a tiro, el flirteo (nunca llegando a nada) con la eficiente secretaria de M, el jefe de Bond, la, a todas luces, enamorada de James, Moneypenny, la escena con Q, el encargado de la utilería del MI6 (nombre del servicio secreto británico), enseñándole los nuevos inventos de su departamento, los cuales se solían implementar en el coche de Bond……
Casi todos estos elementos, y alguno más, como digo, han permanecido (casi) inalterables al paso del tiempo, llegando hasta nuestros días con Craig como Bond, formando parte de la idiosincrasia interna del agente secreto, cierto es que alguno que otro, han ido apareciendo de manera, más o menos, intermitente, a conveniencia del guionista de turno, pero básicamente esa es la esencia que se ha ido respetando en estos sesenta años. De ahí que en lo más básico James Bond siga siendo en, líneas generales, tanto él como la estructura que le rodea, exactamente igual.
¿Entonces en que ha cambiado? Preguntaréis. Pues principalmente en el tono de las historias y el del propio Bond. Cuando el personaje empezó su andadura cinematográfica, allá por los lejanos 60, evidentemente la sociedad era otra, y la forma de contar las historias también. Connery encarnaba a un agente serio, eficiente y algo arrogante, en lo que a las misiones se refiere, mujeriego y con una ligera patina misógina, en lo que a la parte más lúdica y romántica se refiere, siendo el espejo en el que han tenido que mirarse los posteriores actores que han encarnado a Bond.
Cuando Connery ya estaba cansado del personaje, y por consiguiente no quería encasillarse, y empezaba a estar mayor para el papel, se le buscó un relevo. Así, su primera “última vez”, se dio con el estreno de Sólo se vive dos veces (Lewis Gilbert, 1967). El ligero hiato que supuso la participación de Lazenby (recordemos que fue Bond en una única película), en Al servicio secreto de su majestad (Peter Hunt, 1969), dejo claro el tono continuista que no reflejaba apenas cambios.
También los créditos finales de James Bond son los más conocidos
Eso sí, se intentó un tono algo más ligero y romántico, pues se le buscó una pareja definitiva (sorprendente, aunque con truco), con boda incluida (lo sorprendente), y con el posterior fallecimiento de esta (el truco). Aquí más que nunca se vio que (parecía) cambiaba para…. quedarse igual. Después de George “el breve” volvió Connery para una “ultima” aventura (por segunda vez), Diamantes para la eternidad (Guy Hamilton, 1971), después de la cual dijo que no volvería a encarnar al personaje, y ya se sabe que “Nunca digas nunca jamás”.
Con la marcha del escoces tuvimos un cambio significativo en la saga. Con la llegada de Moore se iniciaron una tanda de películas más ligeras, con los inventos y planes malvados más locos y extravagantes, con un claro tono de comedia, que tan bien sabia plasmar el otrora “Santo” (una de las principales razones de su contratación). 007 era más ligón que nunca (ese tonito machista no acababa de desaparecer del todo, si acaso se acentuaba en ocasiones), muy socarrón y con un tono decididamente lúdico.
A Bond nada parecía afectarle, era infalible, y virtualmente indestructible. Este esquema no se impuso a fuego desde su primera aventura, Vive y deja morir (Guy Hamilton, 1973) si no que se fue imponiendo con el paso de las diversas películas en las que intervino Moore. Siendo el máximo exponente de este esquema su última participación. Panorama para matar (John Glenn, 1985). Gran traca final de su festiva y gamberra etapa como Bond.
Como curiosidad comentar que, a día de hoy, es el actor que más veces ha encarnado al agente secreto de manera oficial, con siete películas, siempre y cuando no computemos Nunca digas nunca jamás (Irvin Kershner, 1983), última película de Connery como Bond (por tercera vez, pero ahora sí de forma definitiva), producción fuera de la continuidad oficial de Eon Productions, gracias a la cual estarían empatados.

Estábamos en mitad de los 80 y había que renovar el personaje urgentemente. Y que mejor manera para cambiarlo que volver a lo conocido, un “back to the basics” en toda regla. Se intentó volver al tono más serio y eficaz del iniciático Connery, y para eso se contrataron los servicios del más sobrio (y anodino), Timothy Dalton.
Unas misiones más “realistas”, un Bond menos mujeriego, o al menos más sensible con sus partenaires femeninas (en un intento de rebajar el halo machista que siempre ha rodeado a la franquicia), y un tanto más involucrado de manera personal (no llegando a los niveles actuales de Craig, como veremos).
Muy contundente, agresivo y violento, y este dato lo confirma el hecho de ser el Bond que más rivales a matado en una película de 007, con 24 bajas en su segunda aparición. En solo dos películas se hizo patente que este “nuevo” Bond no acababa de funcionar del todo, al menos la taquilla no era tanta como los productores esperaban, aun así, seguían confiando en él, pero diversos retrasos en la producción del siguiente film, incluyendo disputas legales por los derechos, provocaron una dilatación tal en el tiempo que cuando requirieron los servicios de Dalton este ya no quiso seguir encarnando al agente secreto. En su corto bagaje quedan Alta tensión (1987) y Licencia para matar (1989), ambas de John Glen.
Después de Dalton hubo un hiato de seis años, nada usual en la saga, pues no solían pasar más de dos o tres entre una entrega y la siguiente, debido a lo anterior comentado, así que después de la renuncia de este se pusieron a buscar, y encontraron al Bond más adecuado. Goldeneye (Martin Campbell, 1995) supuso el debut de Brosnan, el que para muchos es, posiblemente, el único (o casi) capaz de disputarle el título de mejor 007 a Connery.
Un Bond (bastante) moderno, sagaz, sarcástico, carismático, dinámico, con mucho estilo y (aparentemente) respetuoso con las mujeres (aunque seguía ligando con todas). Incluso en un alarde de feminismo, al agente secreto por antonomasia, se le colocaba, por primera vez en la franquicia, a una jefa. Si, el cargo de “M” era interpretado por la estupenda actriz, Judi Dench, realizando, como no, una muy buena actuación en todas sus apariciones en la saga. En esta etapa ya se hizo patente que había que “humanizar” un tanto al personaje, las cosas ya le afectaban, sufría, sangraba y podía ser falible.

A pesar de que la última producción con Brosnan, Muere otro día (Lee Tamahori), se produjo en 2002, el actor, y el personaje, necesitaban sangre nueva, y unos nuevos aires para el nuevo siglo. Durante un impase de cuatro años se buscó al que muchos consideran el Bond definitivo.
Moderno (de verdad), duro y algo tosco, muy físico, ¿realista?, algo sombrío ¿alguien con esta profesión debe ser tan jovial y jocoso como en la época Moore?, y aunque intente demostrar frialdad, ha sido el bond más implicado emocionalmente, al cual el paso de los años (y las misiones) van desgastando de manera clara y ostensible.
Lo hieren de manera evidente, no siendo siempre infalible en sus planes, llegando incluso a “morir” en una de sus misiones. Vamos, un nuevo Bond para un nuevo milenio, más humano, al cual su trabajo hace mella de distintas maneras, tanto física, psicológica, como emocionalmente.
Marcando con su debut, Casino Royale (Martin Campbell, 2006), el camino a seguir, con un tono más grave e incluso melancólico. Hecho este reflejado de manera evidente en el tema principal que suele acompañar a los títulos de crédito iniciales, pues en sus tres últimas aventuras (incluyo No time to die de Billie Eilish) el tono es decididamente (y premeditadamente) de esta manera.
Veremos cómo desemboca esta línea en su, al parecer, última aventura, Sin tiempo para morir (Cary Joji Fukunaga, 2020), la cual, y de manera inesperada, ha visto retrasada su fecha estreno unos meses debido al tema del coronavirus dichoso. Pasando inicialmente de abril a noviembre de 2020. Lo cual no deja de ser curioso, pues las anteriores entregas se estrenaron en fechas parecidas, otoño/invierno, y este cambio a primavera no acababa de cuadrar en esa política habitual de la productora.
La verdad es que la fecha se tuvo que mover unos meses, de la inicial en otoño de 2019, debido al cambio de director. Inicialmente se iba a encargar de tal menester Danny Boyle, siendo reemplazado por el actual Fukunaga, y este cambio obligó a mover la fecha para tener lista la película sin demasiados agobios de calendario.
Este último párrafo he decidido dejarlo tal cual fue escrito inicialmente, pues el articulo iba a ser publicado el año pasado, coincidiendo con el estreno de la película. Pero evidentemente esto no sucedió así. Y se volvió a retrasar para octubre de este año. Siendo igualmente valido el comentario de acabar estrenando sobre la época más habitual de las películas de la saga. Y de paso reflejar de alguna manera los trastornos (de fechas en este caso) que ha supuesto la pandemia para el mundo del espectáculo.
BOND, BOURNE, HUNT, SUS DERIVADOS Y VICEVERSA
¿Y qué influencias ha tenido Bond en el cine de espías, y cómo le ha devuelto estas al propio Bond? Es evidente que nuestro espía ha tenido diversos émulos a lo largo de los años. Algunos siendo copias descaradas (pero divertidas) como Flint, Agente secreto (Daniel Mann, 1966) y su secuela, F de Flint (Gordon Douglas, 1967) con James Coburn de protagonista (y su mechero).
Parodias como Austin Powers: Misterioso agente internacional (Jay Roach, 1997) y sus dos secuelas. O reformulaciones como la reciente saga, basada en comics, iniciada por Kingsman: Servicio secreto (Matthew Vaughn, 2014). Ni qué decir tiene de las variantes Jason Bourne, Jack Ryan y demás. Sobresaliendo en estos últimos años sobre todas ellas, el infatigable e indestructible Ethan Hunt, de Tom Cruise.
James Bond es un personajes seminal para el cine de espías
Es indiscutible que todas y cada una de este tipo de encarnaciones beben irremediablemente de Bond. Que fue el personaje que sentó las bases para este tipo de cine en general. Tomando todas ellas algún que otro elemento de él (o todos). Un ejemplo claro (y tal vez inesperado) de esta influencia sería la última encarnación en el cine del personaje creado por Stieg Larsson, Lisbeth Salander, en Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte (Fede Alvarez, 2018).
Inesperado pues sí, siendo a priori una saga de intriga y suspense, no la asociarías, al menos no de entrada, con el cine de Bond y de espías. Pero en el film se implementan, casi de principio a fin, varios de los esquemas usados en el cine de espías.
Estando esta aventura a medio camino de una aventura de Bond o el propio Hunt. Pero como digo todas estas sagas, porque no obviemos que estos personajes nacen con el fin de perpetuar una saga, el beneficio es muy, pero que muy jugoso, y como muestra la reciente burrada que ha pagado Amazon por tener la franquicia bajo su amparo, debido a la compra de MGM, la clásica productora, por la friolera de 8450 millones de dólares, beben de papa Bond, pero algunas de ellas han sabido revitalizar el género.
O bien presentando personajes más modernos, como el Ethan Hunt de Misión Imposible, más dinámicos (y violentos) como el Jason Bourne de Matt Damon, o más humanos como el Jack Ryan de…. bueno este ha sido muchos. A saber, Alec Baldwin, Harrison Ford, Ben Affleck, Chris Pine y actualmente (y curiosamente) en la serie homónima protagonizada por John Krasinski.
Curiosamente porque la serie se emite en Amazon, hogar a partir de ahora del espía más conocido en el mundo. De hecho, es esta trinidad de espías la que puede que haya devuelto la inicial influencia de Bond en los demás a él mismo. Tanto Bourne como Ryan como, sobre todo Hunt, han hecho que el británico haya tenido que “espabilar”, pues le estaban comiendo la tostada, y Bond necesitaba un revulsivo para adaptarse a los tiempos y no dejar de ser relevante en el panorama cinéfilo.
Tomando de cada uno de ellos las características citadas arriba. Modernidad (Hunt), dinamismo (Bourne) y humanidad (Ryan). Reflejándose claramente cada uno de estos puntos en la idiosincrasia del Bond/Craig. Podríamos decir que lo ha conseguido, pues tanto la crítica (no toda, claro), como el público, ha recibido de bastante buen grado la práctica totalidad de la etapa Craig (ejem, Quantum of Solace, ejem). Imaginamos que la ¿última? (todo parece indicar que sí) encarnación de Craig como el agente con licencia para matar, no va a dejar de ser otro taquillazo, a pesar del coronavirus.
Ya que se antoja una (otra) gran aventura de 007, con un (de nuevo) gran reparto, con la estrella emergente Ana de Armas, el ascendente (y oscarizado) Rami Malek, como nuevas caras, y repitiendo Lea Seydoux, Ralph Phienes, Christoph Waltz, Ben Wishaw, Naomie Harris y Jeffrey Wright, entre los “veteranos” de la saga. También nos presentaran a ¿una nueva? 007, encarnada por Lashana Lynch. Imaginaos el revuelo en Ínternet.
Las especulaciones sobre que iba a ser realmente la nueva encarnación de la franquicia fueron tremendas. No parece que vaya a ser así (de momento), pues la máxima responsable de la franquicia, Barbara Broccoli, ha declarado que Bond seguirá siendo un hombre, y Lynch, al parecer, solo ejercerá ese título en esta película. Han sonado distintos candidatos, por supuesto, Henry Cavill (mi favorito), Tom Hardy (demasiado rudo, más que Craig) o Idris Elba (demasiado mayor a mi parecer), entre otros, pero de momento todo son rumores y poco más, sin nada definitivo.
Tengamos en cuenta que el estreno aún está pendiente, y no es el momento de este tipo de anuncios, y no sería descabellado pensar que Craig sucumba a otro ofertón por volver a ser Bond. Ya sabes, Nunca digas nunca jamás. Veremos, de momento disfrutemos de la enésima aventura del espía por antonomasia y esperemos a lo que nos deparará el futuro. Nos vemos en los cines.
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2 thoughts on “Daniel Craig ¿Fin de una era Bond?”
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