Javier Caro
El videoclub de mi barrio, ahora demolido, era un lugar lóbrego y lleno de polvo. Era como adentrarse en una especie de cámara oscura y sentirte como un arqueólogo, por ejemplo, Indiana Jones, en busca de alguna película. Las carátulas eran tus únicas consejeras, eran alucinantes, sorprendentes y magnéticas. Cogí Batman de Burton por su portada; aquel símbolo, aquel murciélago me fascinó.
Las películas tenían algo especial; podría ser su cartón piedra, su escenas de acción, su naturalidad, su espectacularidad… algo había ahí que te subyugaba. Master del Universo fue como una avalancha de emociones, Conan, El Bárbaro me transportó a otra época, las criaturas de Dentro del laberinto me enamoraron. Nadie escapaba a ese cine; ni la televisión, ni mis amigos, todos las veíamos, todos las comentábamos, y todos flipábamos.
Destino Camelot. Reinos fantásticos del cine y la televisión (Ed. Diábolo Ediciones), ha abierto ese túnel en el tiempo que nos devolvía a Fantasía o a Grayskull. Hablamos con su autor, Francisco Javier Millán sobre aquella mágica época, recordada con mucho cariño, y sobre el cine que se gestó en aquel momento.
El libro es una maravilla, desde el texto, hasta el formato, pasando por la selección de fotos. Enhorabuena, ¿cómo surge la idea de este trabajo?
Muchas gracias por tus palabras, me alegro que te haya causado buenas sensaciones. La idea de este libro surgió durante la escritura del anterior –“Galaxia Lucas”- y concretamente en el desarrollo del capítulo dedicado a “Willow”.
En él hay un apartado dedicado a la Espada y Brujería en los años 80, y de cómo George Lucas se quiso apuntar a esa moda dentro del género fantástico tras ver que no podía adaptar “El Señor de los Anillos”. Fue en ese momento cuando empecé a recordar lo mucho que disfrutaba durante mi adolescencia con estas películas, con la literatura épica y los juegos de rol.
El libro está dividido en nueve epígrafes, cada uno de ellos con las películas correspondientes a esa temática. ¿Por qué optaste por ese formato de capitular?
El editor y yo estuvimos de acuerdo que este libro no sería cronológico como los anteriores. A “Destino Camelot” le pegaba más hacer una división temática, ya que en él existen películas que abordan el género desde distintas perspectivas.
Conan y su mundo, la visión de Disney, la fantasía mezclada con la ciencia-ficción,… y por supuesto la televisión y los videojuegos. De esta manera el lector “elige su propia aventura” y empieza a leer por donde quiere en función de sus gustos.
“El ciclo artúrico es capital, hasta el punto de ser la base de muchas de las películas y libros de los que hemos disfrutado”
Francisco Javier Millán
El primero del que hablas es del Ciclo Artúrico. ¿Cuál es la importancia de la obra artúrica en la fantasía y concretamente en el subgénero de Espada y brujería?
El ciclo artúrico es capital, hasta el punto de ser la base de muchas de las películas y libros de los que hemos disfrutado. Thomas Malory recogió en su obra todas las tradiciones orales que ya existían, creando una serie de arquetipos que se han repetido una y otra vez en distintos formatos.
Autores como Tolkien, George Lucas y J. K. Rowling no serían lo que son sin este precedente. Todo lo que rodea a Camelot y la mesa redonda entronca con el llamado “viaje del héroe”, la raíz principal que ha creado sagas como “Star Wars”, por poner tan solo el ejemplo más conocido. Un héroe anónimo con un destino increíble, que reúne a una serie de aliados, tiene un espada de poder y un mentor que le ayuda a dar esos primeros pasos.
Sustituye a Arturo por Luke, a Merlín por Obi-Wan y a Excalibur por el sable láser, y ya tienes una mitología basada en el ciclo artúrico. Lo mismo puedes aplicarlo sobre Frodo, Harry Potter, Willow, …
Aunque muchos puedan pensar que Disney hubiera tenido mucha importancia en el género en los ochenta, apenas cuenta con títulos, y entre ellos los más oscuros y premeditadamente olvidados como Tarón y el caldero mágico (Richard Rich, Ted Berman, 1985). ¿Cuál fue la participación de la compañía del ratón en el género, y cuál es su importancia ahora?
Tarón casi hunde a Disney, pero resultó ser una película indispensable para despertar y resurgir de sus cenizas. Son los años en los que la compañía buscaba una nueva identidad. Su producción estuvo rodeada de muchos problemas, principalmente derivados por el choque de trenes entre los animadores más jóvenes y los conservadores del estudio.
Disney siempre estuvo lindando con este género, tienes ejemplos claros en “Blancanieves y los siete enanitos”, “Fantasía” y “La Bella durmiente”; y en los años 80 lo abrazó, no solo con “Tarón y el caldero mágico”, sino también con esa maravilla titulada “El dragón del lago de fuego”, que, por cierto, es una de mis películas favoritas de todos los tiempos.
En la actualidad, Disney ha expandido el universo de “La Bella durmiente” con las dos películas de Maléfica, de gran éxito ambas, y anunció, hace un tiempo, una posible nueva adaptación a imagen real de los libros originales de los que partió Tarón.
Y no nos olvidemos de la serie que continuará “Willow” en Disney +, aunque de momento no hay muchos datos sobre ello, pero sí bastantes rumores.
“Los 90 fueron malos tiempos para el género”
Francisco Javier Millán
En la década de los 90 la llama del cine de Espada y brujería, se mantiene con una buena salud, pero con títulos algo menores como El primer caballero (1995). ¿Murió el género durante la década de Nirvana?
Los 90 fueron malos tiempos para el género. El cine giró hacia el drama y el thriller, dejando atrás la fantasía que dominó durante la década anterior. Por otro lado, el mundo adulto miraba con bastantes reticencias a todos aquellos que jugábamos al rol.
Estos juegos fueron acusados en los medios de comunicación como causantes de crímenes y toda clase de desórdenes mentales. Luego se demostró que no era verdad. El cine seguía mostrando grandes aventuras, son los años de “Robin Hood: Príncipe de los ladrones” y “Braveheart”, pero desde una perspectiva exenta de magia. Si te fijas, en “El primer caballero” no aparece ni Merlín.
Antes de Peter Jackson, ya hubo una filmografía Tolkkiana con películas como El señor de los anillos (Ralph Bakshi, 1978) o El Hobbit (Arthur Rankin Jr., Jules Bass, 1977). ¿Cómo fueron aquellas producciones, en especial El Señor de los anillos con el increíble efecto rotoscópico?
Ralph Bakshi era un cineasta que trabajaba al margen y siempre quiso alejarse de todo atisbo infantil en sus producciones. Su adaptación de “El Señor de los anillos” fue un quiero y no puedo, pero durante mucho tiempo era lo único que teníamos sobre la obra de Tolkien.
Por ello se convirtió en una película referencial y de culto para muchos de los que leímos la trilogía del Anillo en los 80. Al quedarse sin dinero, tuvo que hacer uso de la rotoscopia, que, a grandes rasgos, consiste en calcar fotogramas previamente filmados con actores reales.
Ya en el propio sector de la animación era una técnica polémica, pero en su film dio un resultado sorprendente. Los ejércitos que atacan el Abismo de Helm tienen un aspecto siniestro, casi de película de terror, resultado de calcar las acciones de un nutrido grupo de figurantes filmados en el Castillo de Belmonte en la provincia de Cuenca. Apenas nadie se acuerda de esto.
Otro de los fenómenos sociales y cinematográficos más importantes de los ochenta, y de la historia del cine en general: fue Conan, el Bárbaro (John Millius, 1982). A raíz de dicha película hubo toda una explotación de sus películas. Sentó las bases de un tipo de cine muy potente. ¿Cómo fue la influencia de Conan en el cine después de su irrupción?, ¿qué te pareció el remake?
“Conan, el bárbaro” sigue siendo insuperable, es una de las cotas más altas a las que llegó el género en los 80. El productor Dino de Laurentiis la concibió como el inicio de una saga, aunque todo se les vino abajo con la continuación.
Su impacto fue tal que, incluso cuando se sabía que se estaba rodando, otros cineastas intentaron apuntarse a la moda. Sentó las bases del cine épico protagonizado por héroes musculados y mujeres ligeras de ropa, lo que se conoció como la “Conan exploitation”.
De aquí surgieron títulos inenarrables como “Ator el poderoso”, “Los bárbaros” y “Deathstalker”, cuya vida comercial se benefició del auge de la cultura de los videoclubes. Y del remake de Jason Momoa mejor ni hablamos, no recuerdo ni su argumento. Fue una oportunidad perdida lamentable.
Quizás una de las grandes revoluciones del cine de animación, y en general, fue Cristal Oscuro (Jim Henson, Frank Oz, 1986). Un filme fantástico e innovador. ¿Por qué crees que Henson decidió apostar por una película así, todo un riesgo?, ¿Por qué no hubo una explotación de esta película? Y ¿qué te ha parecido la serie de Netflix?
Jim Henson era una fuerza creativa imparable. Siempre quiso ir más allá de sus éxitos televisivos y su salto al cine vino acompañado de un gran desafío técnico y narrativo. Hay que tener en cuenta que en “Cristal Oscuro” no hay personajes humanos.
Henson buscaba experimentar, pero también transmitir su filosofía de vida a través de sus personajes. Es su obra más personal, muy por encima de otras como “Dentro del laberinto”. Fue una apuesta arriesgada y su rendimiento económico fue favorable en algunos países, aunque no en todos.
No he visto la serie de Netflix, su estreno me pilló en la fase final de la escritura del libro. Es una de las grandes cuentas pendientes que tengo. Tiene un aspecto fabuloso.
Muy curioso el mundo de la ciencia ficción y la magia. ¿Todo se lo debemos a Los inmortales?
Más bien a “Star Wars”. La trilogía original ya presentaba la típica historia de princesas, caballeros y dragones, pero en un ambiente tecnificado. No era ciencia-ficción, sino más bien una clásica película de aventuras que transcurría en el espacio.
Su éxito motivó que otros estudios recogieran el testigo con desigual fortuna. Columbia lo intentó con “Krull”, la Cannon Films con “Masters del Universo” e incluso España lanzó “El caballero del dragón”; aunque como bien dices, “Los Inmortales” la podemos considerar un hito dentro de esta mezcla de géneros.
En ella no existía la magia, pero sí una magnífica mitología. Las escenas en Escocia entre Sean Connery y Christopher Lambert son oro puro. Lástima que en sus continuaciones la cosa derivó en un despropósito continuo.
“El éxito de este género no se entendería sin el auge de los videoclubs”
Francisco Javier Millán
Hablando de Los Inmortales (Russel Mulcahy, 1986), ¿fue el mercado del VHS el artífice de la existencia de este subgénero por su extensa popularidad?
Sin duda. El éxito de este género no se entendería sin el auge de los videoclubs. Hay que destacar que muchas de las películas que nombro en el libro, más de la mitad, fueron relativos o rotundos fracasos en su paso por los cines.
El mercado doméstico no solo las salvó de la quema, sino que también generó su aura mítica con el paso de los años. “Los Inmortales” o “La princesa prometida” son dos ejemplos de ello.
El juego Dragon´s lair reavivó en cierta medida, y en otro contexto, el fenómeno entre los más jóvenes, con la participación de Dragones y mazmorras. ¿Cómo recuerdas aquel juego que parecía casi un dibujo animado?
Realmente “Dragon’s Lair” no es que lo pareciera, es que lo era. Don Bluth, animador que provenía de Disney, recibió el encargo de realizar las secuencias animadas con todas las posibilidades que daba el juego.
Esto le llevó a distinguirse en un mundo dominado por los videojuegos de 8 bits. Imagina pasar del Donkey Kong de tu Nintendo portátil a un juego con dibujos increíbles. Algunos decían, erróneamente, que era el videojuego con mejores gráficos del mercado.
Bluth logró un sonado éxito propiciando varias secuelas y una serie de televisión; incluso en la actualidad puedes jugar a él desde tu móvil.
¿Qué películas del 2000 en adelante, te han gustado de Espada y brujería?
En el libro hablar de El caballero del dragón (Fernando Colomo, 1985), única incursión del cine español en el género. Lo tenía todo para triunfar, pero algo falló. ¿Qué salió mal y por qué no hemos vuelto al género, aparte de la genial, El corazón del guerrero (Daniel Monzón, 2000)?
“El caballero del dragón” no tuvo una mala entrada en taquilla en el momento de su estreno, pero fue insuficiente, y más teniendo en cuenta el dinero que se invirtió en ella. Luego la mala prensa la castigó duramente, aludiendo a la considerable subvención pública que había recibido.
También tuvieron problemas con los inversores extranjeros y una cosa llevó a la otra. Yo tengo un bonito recuerdo de ella, el mismo que ha prevalecido durante el visionado que hice durante la fase de documentación del libro. Hay que saber valorarla en su justa medida. Fue un sueño loco delicioso.
Fernando me ha ayudado a conocer los entresijos de la misma, y cuanto más he sabido más la valoro. Creo que deberíamos reconciliarnos con ella como un intento valiente de hacer cine de género en nuestro país. Partía de una idea muy evocadora.
El caso de “El corazón del guerrero” es diferente. Siempre la he considerado una simpática película sobre los juegos de rol. Tiene una fantástica música de Roque Baños y es un digno homenaje al género. No la metí en el libro porque pertenece a otra generación, al igual que “El Señor de los Anillos” de Peter Jackson.
Me sorprendió ver hace algunos años, La historia interminable y que fuera una película tan mala y aburrida. ¿Por qué crees que ha envejecido tan mal dicha película?, ¿cuál fue el motivo de embarcarse en esa odisea de rodaje en Alemania?
Tienes toda la razón, se trata de una de las películas que peor ha envejecido. Ya en su momento los efectos especiales eran demasiado acartonados, y más si la comparamos con otras producciones estadounidenses de la época.
A Michael Ende, autor del libro, nunca le gustó. Dijo que era un producto kitsch de mal gusto. Desde Alemania, siete años antes de la caída del muro, quisieron plantarle cara al mercado americano, rodando en inglés y levantando unos decorados impresionantes en Múnich.
Hasta el niño protagonista que eligieron tenía el perfil de las producciones de Steven Spielberg. Tenemos que verla con mucha condescendencia en la actualidad, aunque reconozco que esté en el corazón de muchos espectadores. Algo parecido me ocurre con “La princesa prometida”
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