
¡BIENVENIDOS A JURASSIC PARK!
Así recibía John Hammond (Richard Attenborough) a unos sorprendidos (y abrumados), Alan Grant, Ellie Satler e Ian Malcolm (Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum) hace ya casi 30 años. Y casi de la misma manera nos sentimos los espectadores, que no nos esperábamos ver tal nivel de realismo, en lo que a los dinosaurios se refiere, en la gran pantalla. Con motivo del estreno de la sexta entrega, vamos a repasar un poquito (pero poco) la saga. Subiros al Ford Explorer y vamos a viajar por el parque.
JURASSIC PARK (1993)
DIOS CREA A LOS DINOSAURIOS….
¿Y cómo empezó todo? Pues con un médico reconvertido en escritor de éxito. A Michael Crichton se le ocurrió la idea de recrear a los dinosaurios, en una novela, desde el punto de vista científico más “realista” posible. Y así fue como mezcló ciencia, aventura y parques temáticos en la ya celebérrima Parque Jurásico, publicada en 1990.
Tema (el de los parques temáticos) que este ya había tocado, con bastante acierto, en la película, dirigida por él mismo, Almas de metal (Westworld, 1973), con un guion propio creado para la película. Y como no podía ser de otra manera su camino se cruzó con el del avispado Steven Spielberg, que se hizo con los derechos de esta (y de su secuela) para adaptarla al cine.
Spielberg vio el potencial que tenía el libro y estaba decidido a conseguir recrear los dinosaurios, también, de la manera más realista vista nunca. En principio, de la tarea de “revivir” a los animales, se iba a encargar el genio de la animación stop-motion, Phil Tippett, gracias a esta longeva técnica, heredada de grandes pioneros del género, como Willis O’Brien (King Kong, Merian C. Cooper y Ernest B. Shoedsack 1933) o Ray Harryhausen (Jason y los Argonautas, Don Chaffey, 1963), la cual había perfeccionado y mejorado, renombrándola como go-motion.
A pesar de los grandes resultados que se conseguían con esta técnica, a Spielberg se le presentó la oportunidad de implementar a los dinos en la película, gracias a un primigenio CGI, con el cual habían estado trasteando los técnicos de ILM. Ya lo habían empezado a usar con buenos resultados, tanto en Abyss (1989), como en la magnífica Terminator 2 (1991), ambas dirigidas por James Cameron. La cuestión es que en estas películas las formas logradas no eran complejas (en Abyss en concreto, muy básica), la “piel” recreada se trataba de agua (transparente, claro) en una, y de una superficie cromada y reflectante en la otra.
El gran reto pues, consistía en que las pieles (ahora sí) se vieran realistas, y los músculos debajo de estas, también. Al final se logró, quedando por tanto la labor de Tippet completamente inútil, pues el director quedó del todo convencido del uso del ordenador. Tippet vio en ese momento que su labor iba a acabar quedando obsoleta, comentándole a Spielberg que quedaría extinto, al igual que los dinosaurios, frase la cual se acabó usando en la película.
Pero Dennis Muren, el cual se encontraba al cargo de la sección de F/X del film, se dio cuenta de que sus animadores informáticos controlaban a la perfección la técnica, pero no eran muy duchos en dar “vida” a las criaturas. Entonces se les ocurrió mezclar la experiencia de Tippet a la hora de animar a los personajes, y la técnica moderna del CGI, para conseguir, tanto el aspecto, como los movimientos de los dinosaurios. Se construyeron, exprofeso, unos armazones, que simulaban los animales, llenos de sensores, los cuales trasladaban la información del movimiento, al ordenador, y aquí los técnicos los recubrían de capas de músculos recubiertos de piel, para hacerlos parecer reales.
Toda esta labor (y alguna más) les hizo merecedores de un Oscar de la academia. Como curiosidad, comentada muchas veces, pese a la sensación de que los animales se encuentran omnipresentes durante el metraje, el tiempo real de estos en pantalla no va más allá de los 15 minutos. Algo ya visto en otras películas, que perfectamente podríamos nombrar como “el efecto Lecter”. En la magistral El silencio de los corderos (The silence of the lambs, Jonathan Demme, 1991), el “sibarita” doctor encarnado por Anthony Hopkins, Hannibal “el caníbal” Lecter, apenas aparece en pantalla unos 25 minutos. Cuando precisamente él, es el personaje más recordado de la película (hecho que le valió un Oscar al actor, entre otros que se llevó la película).
Voy a ser sincero. Este párrafo lo añado a la mitad de la redacción del artículo. Al escribir de la primera peli olvidé por completo al elenco de actores ¿Por qué será? Lo cual sí había hecho en la respectiva parte de las siguientes entregas. Cierto es que, de entrada, estaba más centrado en la parte técnica, y no tanto en la artística. Pero tampoco se me puede culpar. Esta película fue todo un hito en ese sentido.
El trio protagonista, comentado en la entradilla, es uno de los grandes aciertos, a mi modo de ver. Bueno, todo el elenco en general (excepto los insoportables niños). Attenborough está esplendido como el magnate que quiere traer a la vida, algo “real” como el mismo dice. Personaje afable y que produce simpatía. Muy distinto al de la novela. Y con un final diametralmente opuesto al de esta. Por ahí lo comento también. ¡Warning, warning, spoiler, spoiler!
Sam Neill encarna a la perfección un trasunto de Indiana Jones (para nada casual, claro), pero en el mundo de la paleontología. La infravalorada Laura Dern, como la inteligente (y autosuficiente) compañera de trabajo ¿Y vida? Del primero. Y como el Doctor Ian Malcolm, Jeff Goldblum. Probablemente el personaje mejor escrito y más atractivo de la función. Con un Goldblum que, para mí, roba todas y cada una de las escenas en que aparece. Del resto del reparto poco que destacar más allá de la funcionalidad de sus personajes.
Resaltar a Wayne Knight, el Newman de la estupenda (y anárquica) Seinfeld, como Dennis Nedry, el empleado que provoca toda la trama con su codicia y a un destacable (y desconocido pre Pulp Fiction, Quentin Tarantino, 1994) Samuel L Jackson, como el fumador y deslenguado (lo justo, que hay que ser family friendly) Ray Arnold. ¿A que tú no te acordabas del nombre de su personaje? Pues yo tampoco. Lo he tenido que buscar. Y mira que he visto veces la peli. Aun así, te quedas con estos dos personajes, tanto por el trabajo de los actores, como el del guion y el director.
No hace falta decir que la película fue todo un bombazo cuando se estrenó. Todos nos quedamos asombrados y maravillados ante tal espectáculo. Nunca se había logrado hasta ese momento tal nivel de realismo en las extintas criaturas. Spielberg, como no, volvía a dar en la diana, y nos ofrecía un gran espectáculo, un entretenimiento de primera. A la hora de ofrecer una aventura de este tipo, el tío Steve no suele fallar, y cumple holgadamente. Cómo nos introduce en el parque, al igual que a los protagonistas, para de golpe dejarnos maravillados con la visión del ecosistema de los animales. Sabiendo dosificar también, los que a la postre serían (en mayor o menor medida) los mayores protagonistas de la saga. Esto es, los velociraptores y el tiranosaurio Rex.
A ninguno de los dos los vemos directamente la primera vez que “están” (o deberían) en escena. Poco a poco vamos temiendo que estas especies, las cuales sabemos muy peligrosa, empiecen a liarla. Y así es, fruto del más viejo de los males, la avaricia, un empleado descontento acaba desconectando las cercas de seguridad, con el fin de robar unos embriones para vendérselos a una compañía rival. Y en una de las mejores (y más recordadas) escenas, como si una película de terror se tratara, aparece el T-Rex.
La angustia y el suspense de la escena es sublime. Y la combinación de animatrónicos, trabajo del cual se encargó el taller del tristemente desaparecido Stan Winston, y CGI, nos hace creer en todo momento que la amenaza es real, y muy peligrosa. La verdad es que el film tiene de todo en su justa medida, suspense, un poco de terror y aventura marca Amblin. Pero lo cierto es que no deja de notarse, durante parte de la película, una cierta rigidez. No creo que esto se deba tanto a su trabajo en el rodaje, como al de postproducción.
La verdad es que, durante la filmación, Spielberg ya tenía un ojo puesto en su siguiente proyecto, La lista de Schindler (1993), y durante la fase de montaje y demás, este se encontraba completamente inmerso en la filmación del que, a la postre, sería uno de sus trabajos más galardonados y reconocidos. De tal manera que rodaba el drama sobre el holocausto judío, y a la vez supervisaba, vía videollamada (de la época) la finalización del film jurásico.
Y no deja de notarse, como decía, que le faltaba un poco de soltura al producto final. Aun, así y todo, el nivel brilla a una gran altura, pasando, casi inmediatamente, a formar parte del imaginario de la cultura pop. Y claro, como no, la cosa no se quedó aquí.
EL MUNDO PERDIDO, JURASSIC PARK (1997)
DIOS DESTRUYE A LOS DINOSAURIOS….
Pues no, al cabo de unos pocos años vino la consabida secuela (y lo que te rondaré morena). Superada la sorpresa de la entrega inicial, de lo que se trataba esta vez era, como no, de superarse con el típico “más y más grande”. Mas grande no, pero más dinosaurios, sí que vimos. En esta ocasión la película nos lleva a una segunda isla, en la cual se creaba realmente a los dinosaurios. Al parecer la isla de la primera parte, no era más que el escaparate donde lucir a los dinos. Toda pura fachada.
Originalmente se experimentaba y se creaban aquí, para trasladarlos después al parque. En esta entrega solo repiten los personajes de Malcolm y Hammond (el cual, por cierto, moría en la novela original). El primero como coprotagonista absoluto, junto a la incorporada Julianne Moore como Sarah Harding, pareja de este, relegando a Attenborough a una breve aparición al inicio del film.
Otra de las incorporaciones relevantes es la de Vince Vaughn, como el idealista fotógrafo Nick Van Owen. También destacaría a Pete Postlethwaite como el carismático cazador Roland. Por último, nombrar a Arliss Howard, conocido por su papel de recluta “Cowboy”, en La chaqueta metálica (Full metal jacket, Stanley Kubrick, 1987), en el papel de “villano” de la función.
Una mención especial al siempre genial Peter Stormare, encarnando al desagradable (¿por qué suele hacer este tipo de papeles?) mercenario Dieter. Ah. Se me olvidaba. También hacen una brevísima aparición los dos niños repelentes de la primera parte. Lo cual hacía presagiar que nos libraríamos de ese tipo de personajes. Pero nada más lejos de la realidad. Nos endiñan a la más repelente (y nada creíble) hija del personaje de Goldblum. ¡¡¡Por Dios, la escena de las barras!!!
La historia, al igual que en la primera película, se basa en la novela homónima. Lo que ocurre es que, en esta ocasión, a pesar de seguir (más o menos) el esqueleto argumental de esta, cambian muchas cosas de la misma. La primera no es 100% fiel, claro, pero aquí cambian demasiadas cosas. Al punto de quedar bastante irreconocible, tanto en lo referente a personajes, como al desarrollo de la trama. Con todo, la aventura resultante es bastante solvente.
Recordemos que no deja de ser un film del tito Spielberg. Pero esa rigidez que ya se notaba en la anterior entrega, y ciertos problemas de montaje, se acentúan en esta. Toda la película tienes una sensación rara. Por un lado, notas la maestría de Spielberg para dirigir, pero por otra es como si le faltara cohesión al conjunto. Algunos tramos son un poco caóticos o poco logrados. Pero en cambio tienes escenas sublimes. Como aquella, en la que la mamá y el papá Rex intentan empujar la caravana de los protagonistas por un acantilado, porque estos habían “secuestrado” al bebé Rexie.
Otra, como la caza de los dinosaurios, por parte de los avariciosos representantes de InGen (personalizados en Ludlow), homenajeando a Hatari (Howard Hawks, 1962) protagonizada por el mítico John Wayne. Como curiosidad, comentar que la escena de apertura, con la niña en la playa, siendo atacada por los “compis”, en realidad correspondía al inicio de la primera novela, pero en su momento se descartó. El director gusta mucho de reciclar, o rescatar ideas de otras películas, para usarlas más adelante.
Y no necesariamente dentro de la misma franquicia. Por ejemplo, la tan criticada, y denostada, escena de Indiana Jones salvándose de una explosión nuclear, dentro de una nevera, parte de la idea descartada del final original de Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), en el que Marty y Doc tenían que recargar la máquina del tiempo (originalmente una nevera) con una explosión nuclear.
En lo que concierne a los “otros” protagonistas (en realidad los verdaderos, a los que hemos ido a ver), tenemos más variedad de especies que en el filme precedente, y con un CGI más evolucionado, pero al que se le ve el “cartón” de vez en cuando (¿Las prisas o la poca atención en el acabado? ¡Ay Stevie!). Los reyes de la función vuelven a ser, como no, el tiranosaurio Rex y los velociraptores. De hecho, se podría decir que sus “personajes” están más desarrollados. Siempre se les ha dado más relevancia a estas dos especies en la saga. Sobre todo, a los raptores, los cuales han sido bastante relevantes en las tramas de todas las películas.
Al leer el artículo, se puede leer entre líneas (y al observar el filme) que, al igual que en la primera parte, Spielberg rodó la película con su brío habitual, pero en postproducción se volvió a “desentender” un poco en el montaje, obrando de la misma manera. Encargándose de preparar, y rodar, su siguiente filme Amistad (1997), por lo que el acabado de la cinta se resiente mucho, aún más que la entrega original. De todas maneras, se nos presenta una aventura solvente, eficaz y entretenida.
Lo cierto es que el montaje, en el inicio de la película, se nota un tanto precipitado, como si hubiera prisa por llevarnos lo más rápido posible a la isla de turno. Elemento este, el de la isla, común a todas las entregas. Bueeeeno, todas, todas, no, como veremos después. Pero no me quiero adelantar. Tal y como ocurre en films actuales, las secuencias de acción se van intercalando con momentos más tranquilos, pero da una gran sensación de falta de cohesión, y de que falta algo de metraje por en medio, aquí o allí, que ayudaría a redondear las tramas en general, o alguna en particular, caso del mencionado especialista encarnado por Postlethwaite.
Que se antoja uno de los personajes más interesantes y que en el montaje final queda como cojo. Incluso esa parte final en San Diego, que pese a tener su gracia (imagino que a Spielberg le haría ilusión traer a la civilización a los extintos animales), da la sensación de ser un añadido que no se contemplaba en versiones iniciales del guion, y que el final fuera otro. En otro orden de cosas, con respecto a esa parte final, a poco que uno reflexione sobre cómo llega ese barco a San Diego con el T-Rex dentro, te das cuenta que no tiene ningún sentido.
Al parecer había una subtrama en la que unos velociraptores se colaban en el barco, vaya usted a saber cómo (tal vez querían visitar San Diego ¿Para la Comic Con?), y provocaban todo el desastre visto en ese desenlace. Pero si no lo muestras, no existe. ¿Fruto de las prisas, la dejadez, o la falta de atención? ¿O todas juntas? Aun con todo, como no podía de ser de otra manera viniendo de Spielberg, obtuvimos lo que buscábamos. Fuimos a ver dinosaurios y a divertirnos, y lo conseguimos.
Y cualquiera diría que, al no haber más novelas en las que basarse, se acabarían aquí los dinosaurios. Pues va a ser que no porque……
JURASSIC PARK III (2001)
DIOS CREA AL HOMBRE….
¿Cómo iba a ser impedimento para Hollywood, el no tener más novelas para crear más películas? Teniendo en cuenta que en la primera ya se pasan por “ahí” muchas cosas, y en la segunda, directamente la revientan, pues no sería muy difícil crear nuevas historias. Los guionistas crean una historia bastante sencilla y resultona, pero para nada tan atractiva de cara al espectador. Y, si bien es cierto que el director elegido para la ocasión, Joe Johnston, no es ni tan grande ni tan reconocido como el tito Spielberg (y lo que le costó esto último, ejem, El color purpura (1985), ejem, El imperio del sol (1987), ejem), sí que es uno muy solvente, y un artesano de la vieja escuela muy competente.
Suyas son, por ejemplo, la casi anacrónica (y bastante Pulp) Rocketeer (1991), la más que correcta (y también con sabor añejo) Capitán América: El primer vengador (2011) y, tal vez, su película más conocida (con permiso del capitán Rogers), la muy querida por los fans (entre los que me encuentro) Jumanji (1995), protagonizada por el también querido, y fallecido, Robin Williams. Por lo tanto, el director hace lo que buenamente puede con el material con el que le ha tocado trabajar. Johnston se podría decir que es un “empleado de la casa”, pues empezó en la industria trabajando en diversas producciones en el apartado de efectos visuales para George Lucas, o el propio Spielberg.
¿Y en el apartado artístico qué nos encontramos? ¿De la anterior entrega quién repite? Pueeess… ¿El T-Rex? La verdad es que, en esta saga, en lo que a los personajes se refiere, ha sido un tanto extraño. A ver, en lo que a las tramas en sí se refiere, puede que tenga sentido quienes son los que participan. Pero lo más habitual en este tipo de franquicias es que, en líneas generales, repitan todos (o casi) los personajes “habituales”. Así pues, volvemos a tener de protagonista al Alan Grant de Sam Neill y el (casi) cameo De Laura Dern como Ellie Satler.
Una lástima, pues Dern siempre me ha parecido una actriz bastante interesante, y su personaje en la saga de los más atractivos. Muy desaprovechadas las dos cosas. ¿Enmendaran el error en la nueva entrega? Ya me estoy adelantando otra vez. Neill acomete su papel del doctor Grant con su solvencia habitual. Le acompaña Alessandro Nivola como su ayudante, en una actuación un tanto rígida, a mi parecer.
Como otras nuevas incorporaciones tenemos, al siempre estupendo, William H. Macy, y a la insoportable (lo siento, pero no puedo con ella) Tea Leoni. Encarnando los dos a los (separados) padres del chaval que se pierde en la isla jurásica. Poco que destacar en el resto del elenco, solo que sirven de carne de cañón para los dinosaurios.
En el apartado técnico, como suele ser habitual en esta saga, los efectos rayan a una gran altura. Combinando, como en las entregas anteriores, los efectos prácticos con el CGI. Aquí se nos presenta a un “nuevo” antagonista, el espinosaurio. Ya sabéis, mas grande, con mas dientes y que de mas miedo. La escena de presentación del mismo esta muy bien plasmada. Lo cierto es que tiene muy buenos momentos en la película. Como aquel en el que los protagonistas oyen sonar el teléfono del padre (el cual al parecer se ha tragado el espinosaurio), y a la que se dan cuenta (de manera incomprensible, todo sea dicho) lo tienen frente a ellos, y han de huir a toda prisa de él.
También tenemos, por fin a los pterodáctilos, los cuales apenas se habían visto en el epilogo del film anterior. En otra escena bastante tensa también, enmarcada en un gran aviario para “pajaritos” jurásicos. Escena, por cierto, reciclada de la primera entrega. Como no, los otros grandes protagonistas de la franquicia, los velociraptores, hacen acto de presencia. En esta ocasión se desarrolla una trama alrededor de ellos, en la que se nos muestra un poco más de sus métodos de comunicación. Y a su vez vemos también como se “organizan” para salvar y/o defender a sus futuras crías.
En resumen, decir que, si bien no es, ni mucho menos, la mejor entrega, Johnston nos da un más que correcto entretenimiento. Cierto es, que como decía anteriormente, no llega a la altura de Spielberg, uno de los grandes directores de la historia del cine, pero su entrega y artesanía de la vieja escuela nos hace disfrutar de un buen espectáculo.
Lo cierto es que, una revisión de guion, reducir un poquito la cantidad de dinos, para concentrar, y mejorar, los F/X en el resto de ellos, y una Tea Leoni menos, le habrían sentado muy bien a la peli. Ah, importante, en esta ocasión, el personaje del niño, interpretado por Trevor Morgan, no resulta tan molesto, odioso, insoportable (tache lo que proceda) como en las dos primeras partes.
Y con el presente film se terminó para siempre esta saga jurásica…
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