
Daniel Monzón presentaba Las Leyes de las Frontera en Kinepolis Paterna (València) junto a una de las actrices, Cintia García. El director llegaba con unas de sus mejores películas, basada en la novela del mismo nombre de Javier Cercas. Una historia que narra la vida de un triángulo amoroso con Nacho (Marcos Ruíz), Zarco (Chechu Salgado) y Tere (Begoña Vargas) en un ambiente de delincuencia en la frontera entre dos realidades en la Girona del verano del 78.
Aunque sin lugar a dudas, la película es heredera del cine quinqui de los 70 con referentes absolutos como José Antonio de la Loma, Eloy de la Iglesia o Carlos Saura. Y con títulos tan potentes y que han pasado a la historia como Perros Callejeros (José Antonio de la Loma, 1977), Navajeros (Eloy de la Iglesia, 1980) o Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1981).
Monzón utiliza la historia de atracos, amistad y lumpen para contar una historia de amor. “Lo que vertebra la película es esa historia de amor, de primer amor adolescente y la fuerza con la que de repente aparece”, señala el director.
“Lo que vertebra la película es esa historia de amor, de primer amor adolescente y la fuerza con la que de repente aparece”
Daniel Monzón, Las leyes de la Frontera
Y aunque la trama está llena de escenas de acción, camaradería y un punto de violencia, todo está servicio de una historia que de paso nos dibuja su época. “El primer amor que todos recordamos, que era una de las cosas que a mí me entró, me apetecía contar esa historia tan poderosa de amor adolescente. Mientras cuentas esa historia, y las peripecias de esos personajes, haces una crónica de la España del 78, de la Transición”
Es curioso que la historia, el libro de Cercas, llegó a Monzón, parece que fue la novela la que eligió a su director, porque no recuerda cómo llegó a sus manos. “Yo creía que me lo había regalado un amigo. Yo de Javier Cerca había leído otro libro que me había gustado mucho. Concretamente, Anatomía de un Instante me parece un libro extraordinario. Yo creía que me lo había regalado un amigo y le dije, gracias por el libro porque realmente voy a hacer la película, y dice, no, no, si yo no te lo regalé”, comenta entre risas.

“Y empiezo a pensar que es un regalo de dioses, que estaba en mi mesilla de noche y yo me lo leí en una noche de forma absorbente. Lo empecé a las 9 o 10 en la cama, y me dio el amanecer. Y al cerrarlo dije: quiero llevar esta historia a la pantalla, así que llamé al productor con el que trabajaba en aquel momento, y que era cuando terminaba El Niño (2014) y le dije, vamos a preguntar si estaban los derechos, estaban y menos mal que Javier tuvo la generosidad de cedérmelos”.
Hubo algo que aquella noche de insomnio, donde Monzón se tragó el libro de forma bulímica, proyectando en su mente los personajes y sus escenarios, algo que le llegó muy adentro. “Una historia que sentí que quería contar, me empujó sobre todo ese triángulo, esa historia del primer amor y el triángulo que se establece entre Nacho, el chico de clase media que salta al otro lado por amor hacia esa Tere, que es un personaje arrollador, y la amistad que establece con Zarco, que es el jefe de la banda”
Quizás ese historia de dos mundos separados por una vía del tren, distantes pero próximos, de los hijos de la clase media y de los desheredados del planeta, le hizo regresar a su adolescencia. A lo que era España en aquellos años confusos y de celebración por las nuevas libertades.
“Analizándolo bien, tenía algo que ver con mi propia infancia y adolescencia. Yo vivía al final de ciudad, estoy hablando de València, y desde la ventana de mi cuarto veía los descampados, que ahora ya nos son descampados, donde yo jugaba y me cruzaba con los quinquis. Y más de una vez me atracaron a golpe de navaja, y yo les tenía prevención, pero al mismo tiempo les veía con temor pero con fascinación”, recuerda Monzón.
Daniel Monzón, director de Las Leyes de la Frontera, contando una experiencia juvenil con el mundo quinqui en su barrio
Los quinquis eran diferentes pero iguales, lejanos pero cercanos. “Gente que vivía de una manera más libre, más anárquica, más salvaje; parecía que todo lo que hacían ellos significaba esa aventura que yo, una chaval del otro lado de la frontera me ofrecía muchísima curiosidad y me cruzaba con ellos en los recreativos”.
La actriz castellonense, Cintia García, recordaba cómo habían sido los ensayos en el periodo de coronavirus en el que les tocó trabajar. “Los ensayos fueron increíble porque nos hicieron que que nos hiciéramos más banda aún, nos conociéramos más aún; para mi los ensayos es una parte fundamental. Preparar también la basca, que parezca una basca real, que ya lo éramos, que ya desde los zooms ya hicimos mucha piña, pero más aún para que se vea complicidad”, recuerda.
En ocasiones ambos mundos se encontraban, como sucede entre Nacho, Zarco y Tere. “De pronto uno una vez apareció por clase, concretamente uno me dijo tú y yo nos conocemos, y pensé, claro que sí, si me has atracado cabrón (risas) pero al cabo de los meses desaparecía. Y concretamente con ese tuve una ligera amistad, porque me caía bien y siempre me ofreció la curiosidad de conocerlos mejor, de saber qué había ahí detrás”

La frontera siempre es algo ridículo, separa dos mundos de forma artificial pero siempre genera una sensación de injusticia. “Esa frontera que se traza aquí metafóricamente con la vía del tren, es una frontera absurda, cruzas la vía y los quinquis viven pegados a la ciudad, es curioso porque espacialmente están pegados unos de otros, pero socialmente o existencialmente están terriblemente lejos”.
El homenaje está bien, somos hijos de otro cine que estuvo antes, de otras historias que se contaron antes, pero que siempre están, sin embargo, el contexto social del rodaje es imposible de reproducirlo.
“La gran fuerza de aquellas películas era que estaban protagonizadas por los propios quinquis y era casi un documento de la época. Eso a día de hoy, no quedan quinquis, todos murieron, o abatidos a tiros por la policía, o por un pico de heroína”
Daniel Monsón, Las leyes de la Frontera
“Partimos de que es una historia de amor en ese contexto, pero a la hora de acercarte al género, aunque la película tiene todos los estilemas del género quinqui, están los tirones, los robos a bancos, las persecuciones de coches, las visitas a prostíbulos. Los hitos del cine quinqui está ahí reunidos, pero intentar hacer una película imitativa de eso o manierista, grabada en 16, con grano, que fuera muy sórdida, no tiene sentido”, sentencia Monzón.
El cine quinqui de los 70 reflejaba una sociedad palpable, que estaba en cualquier calle o plaza de cualquier barrio, una realidad con la que enfrentarse casi a diario. Aquellos filmes parecen documentales ficcionados de lo que sucedía.
“Por la gran fuerza de aquellas películas era que estaban protagonizadas por los propios quinquis y era casi un documento de la época. Eso a día de hoy, no quedan quinquis, todos murieron, o abatidos a tiros por la policía, o por un pico de heroína, queda uno, con el que hablamos Jorge Guerricaechevarría y yo cuando estábamos escribiendo el guión que es El Pera, que fue curiosamente uno que asimiló el otro lado de la frontera. Los cogieron para que enseñara a conducir tan endiabladamente como el conducía a la policía, para enseñarles”
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