No me puedo imaginar algo más terrorífico que lo más conocido, que lo cercano. El cine de terror americano se sitúa en sus barrios a las afueras de las ciudades, institutos enormes, casas grandes llenas de cuartos y con cocinas igualmente gigantes.
Una parte de su realidad, lo cual lo hace más terrorífico. El costumbrismo en el terror nos lo aproxima, está casi de pie en el felpudo de nuestra casa esperándonos. Albert Pintó, que junto a Caye Casas dirigió la fantástica y entretenida, Matar a Dios (2018), ahora nos presenta su primer largo en solitario, Malasaña 32.
Pintó consigue un trabajo, que aunque nos recuerde a la inefable, Verónica (2017) de Paco Plaza, tiene entidad propia. Aquí no hay una poseída, sino que se decanta por el subgénero de las casas encantadas, que tantas alegrías nos ha dado.
Está trufada de tópicos del género, algo que no es malo, utiliza cualquier recurso que se haya visto pero de un modo personal. Además, el tratamiento de la fotografía y el diseño de vestuario te sitúan a finales de los años setenta en Madrid de un modo muy veraz.
Una pareja llegada del pueblo se instala en el madrileño barrio de Malasaña para prosperar, vienen con tres hijos y el abuelo, la casa esconde algo, y a partir de ahí, comenzará todo.
Malasaña 32 está inspirada en historias reales, no basada, algo que puntualiza su director cuando le preguntamos por ello. “La película yo digo que está más bien inspirada que basada”.
“Está inspirada en unos casos que recopilamos del barrio de Malasaña, de vecinos, de libros. Y hemos cogido lo mejor de lo mejor, y evidentemente le hemos puesto un poco de sal, de ficción para que acabe de funcionar”, reconoce el director.
Pintó no recurre a un caso puntual para su historia. “La película no te puedo decir que es una caso concreto porque no lo es; pero sí que es un compendio de cositas”. Los clichés están dentro de la película, esos mismos que te martirizan los nervios. El director sabe jugar con los lugares comunes.
“Y evidentemente que si el teléfono negro, que si la mecedora, que si voces… todas estas cosas están en la película. La gente que las haya vivido va a flipar”, sentencia el catalán.
“Para mi en el terror es muy importante que no conozcas mucho las caras. Creo que cuanto más desconocidos son, más empatizas con ellos”
Albert Pintó
La película está llena de aciertos: la música, los escenarios, los sustos, la tensión; pero por encima de todo, el elenco poco conocido de actores. “Para mi en el terror es muy importante que no conozcas mucho las caras. Creo que cuanto más desconocidos son, más empatizas con ellos”.
Es verdad que al ser desconocidos su interpretación es más creíble. “Aparte hay muchos actores con mucho talento en este país que necesitan esa oportunidad, igual que se me ha dado a mi, y no a Paco Plaza, que ya es Paco”.
Es muy importante añadir nuevos rostros al imaginario colectivo de cine español, nuevas formas de interpretar, de vestirse de un personaje. “Me sentía con esa deuda de dar esa oportunidad; pero sobre todo creo que cuando no los conoces sientes que es más posible que estén en esa situación, entonces se acorta la distancia entre la pantalla y el público”.
En la pantalla ves sufrir a los personajes, sientes junto a ellos la angustia (geniales Iván Marcos y Begoña Vargas). “Yo por lo menos no me creería a Bardem corriendo detrás, le diría: pégale un bofetón, que eres Bardem, ya sé quién eres”, apunta con humor.
El director entró en el proyecto cuando el guión ya estaba escrito, y apenas quedaban unos meses para su rodaje. Aun así, acertó de lleno en encargarse de la misma. “Había una versión muy buena, muy bien escrita por Ramón Campos, David Salvador y Gema R. Neira, los nombro porque nunca se habla de ellos”, comenta.
“El guión es suyo y han hecho un trabajo genial”, añade con orgullo. Es genial que un director se acuerde en las entrevistas de los guionistas. “Me apetecía entrar en el proyecto, teníamos poco tiempo, cuando entré estábamos a cuatro o cinco meses de rodar; pero se me dio mucha manga para mejorar”, recuerda Pintó.
Esa libertad para poder trabajar la película el director lo utilizó en algunos aspectos muy determinados. “Y sobre todo dar un poco más de peso a temas centrales que a mi me interesaban, lo que se ha perdido de vista, que es la historia”, comenta.
Nos aclara que “es como que ahora las películas de terror son escena de terror tras escena de terror, efectos especiales, entonces no voy a tener miedo porque siento que en el terror me tiene que importar la historia, me tienen que importar los protagonistas. Y a partir de ahí, no me voy a dar cuenta y lo voy a pasar mal”.
“Malasaña 32 es una película hecha por un fan del terror puro, un tío que le encanta este género, un nostálgico de los 70-80”
Albert Pintó
Si algo se percibe en el filme, más allá de la historia, el mal cuerpo que te deja la casa y los sustos inherentes al género, Pintó deja su huella de amante del cine de terror. “Malasaña 32 es una película hecha por un fan del terror puro”, comenta
Pintó es “un tío que le encanta este género, un nostálgico de los 70-80, un tío que le gusta el cine clásico, el cine bien rodado, que cada plano importa. Me han dado mi oportunidad de meter mi granito y decir: el terror va por aquí”, señala.
La película está situada a finales de los años setenta, un momento de cambios en España y convulso en el mundo. La fecha no está elegida al azar. “Para mi son dos motivos claros, uno evidentemente, dar un poco de backgroud a los personajes, de situar esta historia en el marco de la transición española”, apunta Pintó.
“Evidentemente la película no es política, ni era la intención; pero sí contextualizarla en esta transición española”, añade. Es una época diferente, de cambios, de una nueva forma de afrontar el futuro. “Donde de repente va a haber mucha ilusión con un cambio de paradigma, la gente va a tener más esperanza de un cambio. Aire fresco”.
¿Quién ha compuesto la música de la película?
La familia lo es todo en la película, su modo de relacionarse, sus miedos por ir a la ciudad, sus nuevos trabajos y lo que dejaron atrás. “Tenemos una familia que adopta todos esos conceptos, y siente que es el momento de ir a la gran ciudad y cambiar todo ese rumbo de la España rural”.
No solo es una película de terror por lo que pasa en la casa, también están los miedos de todos los miembros de la familia. “Venimos aquí porque ahora vamos a ser felices, ¡en tu puta cara!, porque en la ciudad no se está tan bien. La ciudad es alienante, es impersonal, es asfixiante, puede ser agresiva y, viene esta gente fresca y van a flipar”, señala Pintó.
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