
Comenzamos el año con el mejor cine español que se puede ver, Valle de Sombras, un filme protagonizado por Miguel Herrán y Susana Albaitua, y con el personaje principal del Valle del Himalaya, que llena por completo la pantalla y deja absorto al espectador. Un thriller, una aventura de redención y un autoperdón. Hasta Kinepolis se acercó su director, Salvador Calvo, y la actriz, Alexandra Masangkay. Hablamos con el realizador por teléfono mientras se dirigía al cine.
Valle de Sombras es una película definida perfectamente en los tres actos, no deja lugar a dudas como el tono de la misma cambia de un modo progresivo acompañando a Quique (Miguel Herrán) en una viaje junto a su novia y el hijo de esta por el Valle del Himalaya hasta un templo budista, en una evolución personal del protagonista para lograr perdonarse a sí mismo. “Al final el corazón de la trama es el drama personal de Quique, pero sí que es verdad que arranca un poco como thriller con un poco componente de suspense, y algún momento con pinceladas de terror. Hay una reflexión personal en torno a la culpa y al perdonarse a uno mismo”, apunta el director.

Salvador Calvo es una persona intrépida, le gusta viaja y en el año 2000 quería viajar a la India, así que buscó información de la zona que deseaba visitar, y ahí descubrió algo que le sorprendió: la desaparición de cientos de jóvenes sin ningún motivo aparente. “Había como referencias, en aquella época no había Internet y tirabas de periódicos, y descubrí que hablaban de un sitio donde la tasa de desaparecidos era brutal y le llamaban coloquialmente, El Triángulo de las Bermudas de India por esa cantidad de desaparecidos”, recuerda
Aquel dato, que quizás era desconocido para la mayoría de gente, hizo que algo se revolviera en su interior. “A mí me picó la curiosidad y empecé a tirar del hilo y descubrí que había cientos de casos de personas que habían sufrido asaltos y no se sabía muy bien si era la población local, que estaba un poco en contra de éste tipo de turismo salvaje con poca empatía hacia la cultura autóctona”, dice.
Aunque también dichas desapariciones súbitas podían obedecer a otras cosas. “Gente que se había metido en líos de contrabando, porque por ahí pasa una ruta de toda la droga dura de Asia proveniente de Afganistán, pasa por Pakistán, norte de India, va a Birmania y de Birmania cruza a Tailandia, y en Tailandia hay un proceso y el opio se convierte en heroína, es un lugar conflictivo”
El Valle de Kullu es un lugar muy conocido, no solo por sus cordilleras y sus templos budistas, también por sus aguas termales, que generan un microclima único en la zona y por ser el lugar de peregrinaje, como anteriormente lo había sido Katmandú o Ibiza, para jóvenes con ganas de fiesta. “Es curioso el sitio porque Miguel decía, es el paraíso, pero el paraíso envenenado”, dice entre risas.
“A medio kilómetro hay un sitio que se llama Kasol, donde hay todo tipo de hoteles low cost para chavales donde hacen balconing, donde está todo lleno de coffe shops y hacen continuas raves, cuando estuvimos rodando había continuas raves, de hecho parte del equipo, los días de descanso se fueron a ver cómo funcionaban estas raves. Es un sitio muy peculiar” ¿cómo Ibiza?, pregunto, “Ibiza en los 80, tiene ese puntinto”, apunta.
Los protagonistas también acuden a una de esas fiestas, en el filme no solo aparecen templos y valles helados, sino que también muestra ese lugar de tecno y bailes hasta el amanecer. “Curiosamente el nombre de la fiesta es la Full Moon Party, que fíjate, es la misma fiesta a la acudió Daniel Sancho, nosotros lo pusimos antes de saberlo, en verano ya lo teníamos rodado”
Salvador Calvo está acostumbrado a rodajes de filmes llenos de detalles, con paisajes espectaculares, en 2016 rodó Los últimos de Filipinas y en y 2020 Adu. El espectáculo visual de Valle de Sombras apabulla por contemplar, preferiblemente en una sala de cine, lugares asombrosos, y además reales, nada de CGI. Es por ello que poder rodar allí tuvo que ser muy complicado, es en éste punto donde Calvo se explaya más. “Era muy complejo, tuvimos que hacer una toma de decisiones para saber qué queríamos hacer, una película con más medios, en decorados y de alguna manera un poco más acartonada y más tranquila, o arriesgarnos y hacer una película más de guerrilla y que respirara realidad”, explica.
“Optamos por esa segunda opción, y bueno, fue complicado a nivel logístico, por ejemplo el mal de altura, el sitio más bajo donde hemos rodado estaba a 3200 metros de altitud, eso te provoca cefaleas, tuvimos que hacer el plan de rodaje milimétricamente para que el equipo se fuera adaptando porque luego había lugares que estaban a 5000 metros de altitud. Parte del equipo lo pasó realmente mal, esa es un poco la complejidad”
Salvador Calvo nos cuenta en audio cómo se logró rodar en lugares como templos milenarios budistas
Pregunto por los permisos de acceso al lugar, y además a los templos. “El valle está cerrado al paso de personas, está cerrado entre el 15 de septiembre y el 15 de mayo, la carretera de pistas, que no está ni siquiera asfaltada, y hay aludes y el gobierno indio prohíbe el paso, entonces la única forma de llegar es en helicóptero, pero te digo hay un trayecto que se tarda dos días. Es un sitio realmente remoto, tuvimos que hacer las localizaciones técnicas un año antes, porque solo se abría el acceso en verano, así que lo tuvimos que hacer el año anterior”, recuerda
Dos elementos, además de las actuaciones y el lugar, que destacan sobremanera son la banda sonora del maestro, Roque Baños y la fotografía de Álex Catalán, me detengo en éste último por la dificultad de rodar allí en unas condiciones tan adversas. “Álex Catalán es el número uno de los directores de fotografía de este país”, sentencia el director. “Para mí por ejemplo, en La Isla Mínima, es una de mis películas favoritas de los últimos años, consigue que las marismas sean un personaje y aquí necesitaba eso”, dice.
Las inclemencias y carencias del rodaje eran un obstáculo. “Aquí yo fui muy claro, le dije: Álex aquí no vas a poder contar con los medios que tienes en España porque vamos a ir a un sitio muy remoto, no vamos a poder contar con el camión de eléctricos, ni tampoco los técnicos. La primera parte del río iba él, su foquista y no había más. Era básico, básico”, concluye.